viernes, 12 de noviembre de 2010

RUSIA


Las luces le rodeaban la cara intermitente mostrando sus ojos marrones vulgares al pasillo que chorreaba gotas de sudor pintadas de negro. Sus pasos eran pesados, además era muy gorda, llevaba ropas ajustadas de color negro sin bolsillos. Al fondo del pasillo el olor y en medio miles de personas escupiéndole pensamientos que chocaban contra ella porque el pasillo era estrecho y a ella le gustaba que le rozasen, sobre los pechos tan grandes que tenía, sus pezones podían ser la pista de aterrizaje de los helicópteros militares, que ella tanto odiaba, ya que una vez fue detenida por gorda en la estación este Nº 24 y fue paseada por toda la ciudad como ejemplo colgada de su pie derecho, mientras llovía; el acontecimiento fue seguido por todo el país en la televisión por cable y sus padres dejaron de hablarle, no podían tener una hija tan gorda. La cuerda de la que fue colgada estuvo a punto de romperse, y al pasar cerca de la torre más alta de la ciudad se golpeó con una antena parabólica de tamañas dimensiones que cayó al suelo desde trescientos metros de altura causando la muerte a treinta transeúntes que por hobbie estaban comprobando la diferencia entre asfalto y acera, como estaban muy flacos estos treinta idiotas transeúntes no dejaron ni rastro de sangre, solo un crujido unísono de huesos rotos que rompió varias lunas a la redonda, a ella también le acusaron de eso. La condenaron a nueve meses de sauna, con hidromasaje y veinte tratamientos de lifting en los nueve meses. Al salir le insertaron un espejo convexo delante de su cabeza para que pudiera verse lo flaca que estaba, la habían adelgazado más de cincuenta kilos aunque siguió conservando sus enomes pechos que la arrastraban hacía el suelo. Fue a ver aun especialista quita espejos. Arturo Baina, que vivía más allá del cerco oeste donde la comida llegaba aún más tarde que en el centro, sólo una vez al mes. La operación fue difícil ya que habían conseguido atravesarle el cráneo, le habían introducido un dispositivo de última tecnología de orden y control, que le dejaba un rayo de láser suspendido de lado a lado de la cabeza sin que tocase masa alguna y que al más mínimo movimiento el cerebro podía estallar en mil pedazos y con él los pensamientos, los sentimientos, y los sueños que era lo que a ella más le importaba. Tras una larga operación de veinte minutos Arturo logró salvar los sentimientos y los sueños de Rusia (llamada así por lo inmensa y vasta que era), aunque no los pensamientos pero total le habían servido para poco-pensar es de flacos- se decía justificándose- hay que tragar- y eso hizo de camino a su destino robó treinta kilos de codillo precocinado que la devolvió casi al instante hasta su estado originario de gordura. Rusia se dejó llevar hacia el único lugar donde podían estar los gordos, en el antiguo matadero ahora convertido la sede social de los gordos el grupo clandestino que comía grasas sin parar a expensas de la ley, al matadero nadie se atrevía a entrar, a los niños de la ciudad les contaban que si alguno se les ocurría entrar engordarían de repente, y a la salida les esperarían treinta policías y les golpearían hasta devolverlos a su estado originario. Y allí estaba ahora, sin pensamientos, pero poniéndose la piel de gallina de lo que era capaz de sentir, ya que cada vez que sentía se le ponía la piel de gallina, la energía que liberaba se transformaba en un tornado americano, y por eso tampoco era muy propensa a sentir, solo se sentía gorda y a eso ya estaba acostumbrada. Al llegar al final del pasillo se encontró con la gran masa viva que habían logrado construir, un ser vivo grasiento que se auto regeneraba, era su arma frente al mundo flaco, ahora podía autoabastecerse sin tener que recurrir al robo, a la violencia que tan torpes les hacía mostrarse. Rusia sabía de la importancia de proteger ese tesoro, por lo que habían construido un globo aerostático con un injerto de piel de cada uno de los socios de la comunidad gorda. Pretendían llegar al planeta gordo, con una fuerza de la gravedad parecida a la de la luna, que les haría sentirse más ligeros, a unas mil quinientos lustros luz y Rusia había sido la elegida para comandar la nave, sólo ella iba a capitanear la expedición, por eso ahora sentía mucho, sobre todo sentía pena, y el gran tornado comenzó a formarse alrededor del pabellón de los gordos, sentía que sus grandes pechos no podrían volver a ser acariciados en mucho tiempo y que su gran lengua no podría articular palabra que se albergara en forma de onda en otro oído que no fuera el suyo. Tanto sintió la pena que el tornado fue adquiriendo proporciones mayúsculas, todos los socios de la comunidad gorda, comenzaron a sentir miedo y como algunos habían tenido que pasar por las manos del doctor Baina, los tornados comenzaron a multiplicarse rodeando el pabellón, y la policía fue alertada. Rusia sentía una pena tan grande como sus pechos y fue deteniéndose, olvidándose de su gran tesoro, y del viaje, solo pensaba en unas manos acariciándole. A su vez el miedo crecía y con ellos los tornados, y con ellos el número de flacos policías que rodeaban el pabellón. La misión estaba a punto de fracasar, y a Rusia le daba igual, pero ocurrió algo inesperado, y a priori peligroso, los tornados de todos los gordos operados por el doctor Baina, se unieron solidariamente en el tornado más grandes jamás construido con sentimientos. Así que poco a poco cada uno de los gordos reunidos para despedir a Rusia y a su gran tesoro grasiento, fueron levantándose del suelo y sus ropas se iban desprendiendo de sus carnes grasientas. Comenzaron a ver el mundo más pequeño que sus lorzas, y el mar calmo les sirvió de espejo para poder ver sus escondidos genitales por primera vez, y lloraron provocando maremotos en la tierra. Algunos flacos policías evidentemente fueron arrastrados, al igual que varios rascacielos de la ciudad flaca, y todos murieron porque la presión quebró sus frágiles huesitos. Rusia estaba demasiado ensimismada en su tristeza, cuando comenzó a notar que varías manos rodeaban sus enormes pechos y lograban que sus pezones se estirasen como el cuello de una jirafa, miró a su alrededor y vio que todos los gordos del mundo le sonreían y que varios de ellos eran los que estaban convirtiendo sus pezones en dos flechas que marcaban la dirección al planeta gordo. Tal fue la alegría sentida por Rusia que con la energía liberada por su gran tornado, todos los gordos del mundo, junto a varios policías flacos y algunos rascacielos demolidos, llegaron al planeta de los gordos. Los primeros en aterrizar fueron los pezones de Rusia, por lo que se convirtió en la heroína y como consecuencia no sabemos si negativa o positiva en la reina, y se casó con un hombre gordo de dedos rechonchos que le mantuvo los pechos acariciados durante toda su feliz existencia. Comieron elefantes y se hicieron rumiantes.

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