miércoles, 4 de mayo de 2011

el mismo domingo




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Los domingos resguardados de resacas y de santas misas, suelen ser caldo de sorpresas. Son domingos que se estiran como los chicles y dibujan en su existir cronologías simultáneas y extensas, de sol a sol.
Unos sindilicalistas de otro siglo, que revuelven las apagadas almas de los ciudadanos que los miran como quien mira un folleto de publicidad maltrecho de buzón.
Un par de mujeres que saltan de verde en verde, las normas de los cánones escénicos, espacios abiertos a la exhibición continua, bajo la atenta mirada de las cebras, amenazadas con su propia extinción.
Paseos nostálgicos camino de Oion en compañía del trigo verde, que te mira coqueto y se agita sensual en los campos que rodean las urbes, por el viento que ha venido a visitarlo, mientras el sol se va sin decir nada por donde se marcha todos los días.
La noche, la soledad, y una película de los bravos, que son atacados por las mafias chinas allá por los años 60.

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